viernes, 31 de diciembre de 2010

Alto: Un año que viene






Existe una extraña sensación cuando termina un año. Es algo que cualquiera entendería, pues el tiempo pasa por todos. Existen sensaciones de incertidumbre, de emoción, de no saber lo que trae el próximo año y existe también, un pequeño antagonismo entre el apego y el dejar ir los momentos del año que empieza su viaje de sobrevivencia en la memoria de las personas. Un año, sin embargo, como se entendería desde una perspectiva científica, no es más que un regreso del planeta a su posición relativa alrededor del sol, por lo tanto no puede ser más que un recuerdo de que el universo sigue su orden, su naturaleza…. Sin embargo el valor que le damos a este tal acontecimiento natural va más allá de los libros o las explicaciones físicas, pues son señales de alto que pone la vida, momentos en los que paramos nuestro curso, miramos por el retrovisor el camino que hemos dejado atrás, y creamos una nueva ruta. Tal vez algunos, en esta pequeña pausa, enfocan su objetivo y empiezan a avanzar decididamente; tal vez otros, regresan su mirada al objetivo que habían perdido de vista, y tal vez otros, como yo, no alcanzamos a detallar muy bien un objetivo, pero tomando otro suspiro, seguimos caminando porque nos gusta el camino, nos gusta el viaje, lo que vemos, lo que vivimos, lo que pasamos. El problema real, como pasa diariamente en las calles, es saltarse este alto, es no ver hacia donde nos dirigimos, pues cuando las fuerzas que nos mantienen de pie ya no den para más, cuando hayan pasado años, décadas…quizá nos demos cuenta de que nuestra vida fue un error, de que en algún momento del viaje, perdimos el control de nuestras vidas. Por este motivo, hoy decido respetar este alto.

lunes, 22 de noviembre de 2010

El conocimiento no aclara más la oscuridad sino más bien revela el misterio de lo desconocido

miércoles, 24 de febrero de 2010

Mi miedo más profundo


Esto es más que un sueño, estoy seguro. No fue producto de comer muy tarde ni de algún medicamento. Es mi miedo más profundo. Todo empieza así:

Era un día relativamente soleado y estábamos en la playa unas de mis tías, mi novia y yo. Yo siempre llevaba mi tabla de surf, pero un cable se cruzó en mi cerebro y en el sueño llevaba bajo mi mano una banca de playa. Terminó no importándome y me monté en la banca como lo haría en una tabla, además, monté a mi novia un poquito más adelante y me adentré al mar. De inmediato, ella demostró su miedo y me pidió que saliéramos. Evidentemente sentía un miedo terrible que le invadió todo su ser, y trató de expresármelo. Yo disgustado pretendí no escucharla, pero después de unos segundos me arrepentí de mi decisión porque la empecé a escuchar con mi corazón y quise volver. Sin embargo, ya era muy tarde; el mar nos revolcó y nos atrajo a su inmensidad. No era una playa más, pues una playa no suele ser así. A dos metros de la playa ya era una profundidad de altamar, quizá más. Un hueco sin fondo. Un precipico sin fin. Después de esa larga revolcada logré salir a la superficie, pero para volverse mi peor pesadilla, ella no había salido. Entonces nadé desesperadamente buscándola, nadé por lo que pareció una eternidad y grité por ayuda, pero como suele pasar en los sueños, estaba totalmente solo. No puedo explicar el fuego de sentimientos que nacía en mi estómago, quemaba mi pecho y explotaba en mi cara. Tal vez alguien lo entienda. Tal vez alguien entienda lo que es amar a alguien más que a cualquier cosa en este mundo, incluso a uno mismo. Ese mismo sentimiento por ella fue el que me condujo a tomar la decisión que iba a hacer segundos después. Aunque estaba dormido, pocas decisiones he tomado tan concientemente. Decidí hundirme y buscarla hasta encontrarla, aunque todo el aire se me acabara, porque si yo salía tenía que ser con ella. O si no, de todos modos no volvería a respirar. Todo perdería el sentido. Así que tomé aire, tal vez el último que tomaría en mi vida, y me hundí y nadé lo más que pude, entrando cada vez más en la oscuridad. No veía ya nada más que una roca que estaba iluminada por un leve rayo de sol que entraba por la superficie y moría en la nada. Decidí mover la roca, y al hacerlo salieron cuatro pecesitos anaranjados detrás de una tortuga, los cuales seguí y observé cuidadosamente. Y eso por algún motivo alegró mi corazón, porque por alguna razón esos peces simbolizaban los hijos de mi amada y yo. Y eso trajo un rayo de felicidad que calentó mi corazón que ya estaba al borde de congelarse. Y observé sin pensar como esos pecesitos seguían con todo su esfuerzo a esa tortuga. Poco a poco se iban confundiendo entre tantos peces mientras mi cuerpo iba despertando. "Yo se que ella sigue viva en alguna parte", pensaba mientras los peces se iban perdiendo entre la multitud y mis ojos se iban abriendo. " en algún lugar su corazón sigue latiendo, su pecho sigue respirando. Yo lo se."




Luego entendí, que esa tortuga era Nati, mi amor.